Uwe Boll, reciente ganador del Razzie al peor director por toda una carrera de despropósitos, reincide en la cartelera española con En el nombre del rey, una producción que data del 2007. El largometraje, basado en el popular videojuego Dungeon Siege, cuenta con un reparto donde se dan cita el omnipresente Jason Statham, el simpático Ron Perlman y un puñado de actores que vivieron tiempos mejores. Entre ellos cabe destacar a Claire Forlani, Kristanna Loken, Leelee Sobieski, John Rhys-Davies, Matthew Lillard, Ray Liotta y Burt Reynolds.
La cinta sigue los pasos de Farmer (Jason Statham), un granjero que intentará vengar a su hijo asesinado y rescatar a su mujer (Claire Forlani), rehén de los malvados Kruggs, unos guerreros animales capitaneados por el mago Gallian (Ray Liotta) . Para lograr su objetivo, Farmer contará con la ayuda de su amigo y vecino Norrick (Ron Perlman).
Con una estética que recuerda a la saga de El Señor de los Anillos, el filme es una aventura más o menos épica realizada con algo más de dinero que el resto de la producción de Boll. El director alemán vuelve a adaptar un videojuego después de sus desastrosas House of Dead y Alone In The Dark. Eso sí, pese a los ataques de la crítica, el realizador no para. Después de En el nombre del rey, Boll ha parido películas como Seed, Postal, BloodRayne II: Deliverance, 1968: Tunnel Rats, Far Cry y Stoic. Por si fuera poco, y siguiendo este ritmo incansable de trabajo, el cineasta tiene proyectado realizar nueve largometrajes entre el presente año y el próximo.
Himajina
Vista en preestreno, es un film simplón, con un argumento absolutamente previsible e ingenuo y que dura demasiado. Tiene una buena música y significativas dosis de intensidad en algunas escenas de lucha/batalla.
Pero acaba de manera burda, sus personajes están (voluntariamente) dotados de escasísima personalidad, hay elementos «deliciosamente ridículos» (incluyendo diálogos, ninjas y movimientos ‘matrix’) que provocan la sensación de estar viendo bien una parodia, bien una película amateur, bien un «quiero y no puedo». Tiene un punto ‘kitsch’. Sin ofender, creo que es el ‘toque alemán’ del director.
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