
Jeff Lebowski, apodado El Nota, un día es confundido con un millonario con el que comparte nombre. Tras ver perjudicada su alfombra por el orín de un secuaz, El Nota se propone recuperar lo que es suyo, dando pie a una serie de equívocos en clave de serie negra que llevarán a éste y su amigo Walter a enfrentarse a peligrosos nihilistas, a un productor de cine porno, entregar un rescate y a meterse en un lío en el que, sinceramente, El Nota hubiera deseado no meterse.
Los Coen orquestan una trama basada en elementos y personajes suponiedo un nuevo y particular acercamiento al cine negro, esta vez en clave de comedia irónica, histriónica y fantástica. El Nota, un desgraciado orgulloso de serlo, parece el menos indicado para resolver una trama a lo Dashiel Hammet o Raymond Chandler. Este hilo argumental parece querer seguir un camino convencional, pero los personajes atípicos lo llevan por polos opuestos, extrañando con ello al espectador. Los Coen, ni que decir tiene, sacan partido y se divierten con la perplejidad generada: regodeandose en el vacío, se toman la libertad de redondear unos personajes grotescos y entrañables con total libertad.
Lo cierto es que El Gran Lebowski hace gala de demasiados momentos magistrales y subterfugios cinematográficos como para ser obviada (atención a Jesus Quintana, el mejicano pedófilo interpretado por John Turturro, o la presencia del Extraño -Sam Elliott- narrando la historia al espectador).