Entre los mejores momentos que me ha brindado la obra de Akira Kurosawa, recuerdo con inusual cariño el descubrimiento El infierno del odio. Entonces este servidor estaba poco ducho en materia de cine y sólo conocía del maestro nipón sus obras más emblemáticas, esto es, Los 7 samurais o Yojimbo.
El infierno del odio, encontrada de casualidad en la 2 a alguna hora intempestiva, se sumó rápidamente al ritual que me lleva ocasionalmente a reencontrarme con aquellas joyas, que considero que más allá de si son más o menos redondas, contienen atisbos de verdad que las hacen incontestables. En este caso la dolorosa claustrofobia de este thriller agonizante que encuentra escaso parangón en nuestros días. Sólo me atrevería a citar el caso de Memories of a murder –y, en menor medida, la dupla Zodiac–Seven de Fincher-, como ejemplo de referente reciente que pudiera batirse sobre la arena del género con ella.
Habrá remake. Faltaba más. De nuevo me pregunto la necesidad del mismo. No suena mal, sin embargo, esta vez del todo. ¿Por qué? Por lo siguiente, 3 nombres propios, Scorsese, Nichols, Mamet. El primero produce, el segundo dirige, el tercero guioniza. La elección de Mike Nichols me resulta un tanto funcional, algo cobarde. Más que un realizador, es una promesa no cumplida, lejos quedan sus inicios con ¿Quién teme a Virgina Woolf?, empapada crónica llena de fantasmas alcohólicos de 50 años que todavía me turba, más aún, me perturba. Por lo demás, David Mamet como guionista, competente. Y Scorsese como productor, ¿Qué decir?
Artículos relacionados
Castedo Merinero
El infierno del odio merece mil remakes y seguramente todos quedarán a la altura del betún. El trío que se mete en el lío es prometedor, pero Nichols -que tiene cuatro o cinco buenas películas- parece el menos indicado de los tres para dirigirlo. Ya veremos.
Saludos.