Si bien esta hortaliza ocupa un lugar destacado en la dieta mediterránea, el tomate tiene sus orígenes en los Andes peruanos y fue todo un acierto incluirlo nuestra alimentación.
Se ha demostrado que las personas que consumen gran cantidad de alimentos ricos en vitaminas E, C y A, tres nutrientes anti edad presentes en el tomate, reducen el riesgo de sufrir cataratas y de padecer enfermedades cardiovasculares.
Incluir tomates en la comida es garantía de una digestión más rápida. Debido a su alto nivel de acidez, esta hortaliza aumenta la segregación de jugos gástricos y estimula el tránsito intestinal. Sin embargo, conviene limitar su consumo en caso de estómago delicado y acidez gástrica.
Los tomates enlatados al natural contienen valores nutricionales muy similares a los frescos, salvo por su menor contenido en vitamina C. El problema que presentan los zumos y las salsas de origen industrial es su alto contenido en sodio, un dato a tener en cuenta en caso de hipertensión o retención de líquidos.
Si los conservas secos en aceite concentran un mayor contenido en carotenos y en vitamina E. Esta particularidad los convierte en un excelente protector de la piel y de las vías respiratorias.
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