… Y uno de los grandes dilemas del universo, al menos para la que escribe. Porque uno nace, crece y muere. Pero yo me pregunto: ¿las personas al nacer ya pueden tener la maldad o la bondad en su alma?, ¿o es la vida la que nos hace posicionarnos a un lado u otro de esa delgada línea?… y sobre todo, ¿en base a qué criterios, puede uno clasificar a otro de buena o mala persona?.
La teoría nos dice que las buenas personas son aquellas que siempre actúan de forma correcta, sin hacer daño a nadie y con la bondad por delante –amable, solidario, cuidadoso, comprensivo, paciente y amoroso, son algunas palabras que vienen a la mente cuando enumeramos las cualidades de una buena persona-. La teoría dice de las malas personas que son aquellas que actúan de forma egoista, pensando únicamente en ellas mismas y no en el daño, dolor y sufrimiento que causan –egoista, cobarde, cruel, despiadado, injusto, violento, duro, desalmado y sangriento, son algunas de sus palabras representativas-. ¿Cómo nos transformamos en unas u otras?.
Es cierto que en esta vida ni todo es negro, ni todo blanco, sino que estamos ante una escala de grises, puesto que siempre existen casos intermedios. Y es aquí donde radica mi dilema. Porque alguien que actúa siempre de malas o buenas formas -casos bastantes raros- es fácil de clasificar en malo o bueno. ¿Pero y los casos que se quedan en medio?, es decir, ¿qué hay de las personas que siendo maravillosas en ocasiones cometen de forma consciente actos muy malos, o las que siendo miserables cometen voluntariamente ciertos actos muy buenos?. En este caso, ¿es justo juzgar al todo por una parte, aunque esa sea muy mala… o muy buena?.
Supongo que una persona no es en sí ni mala ni buena, ya que todo es muy subjetivo. Es posible que los conceptos de maldad y bondad aplicados al ser humano sean totalmente simbolicos y de caracter incierto. Pero lo cierto es que somos seres en continuo potencial de formacion, y somos juzgados a través de nuestras acciones. Por lo que puede que dichos conceptos sólo puedan ser utilizados respecto a otra persona, de forma única y personal, pero utilizados al fin y al cabo. Porque hay personas buenas que nos hacen felices, y nos aportan infinidad de cosas buenas. Y hay personas malas que nos hacen daño, y nos arrojan a una espiral de dolor. Y es que, aunque el concepto de bondad y maldad no puede ser generalizable al «todo» de una persona, nuestro corazón si sabría cómo calificar a cada una de ellas, y eso al final, es con lo que de forma egoista o no, acabamos quedándonos de cada uno.
«¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo tomar a partir de ahora?» – pregunté.
«Eso depende en gran medida de adónde quieras llegar» – contestó.
Imagen | flickr
angie.martin
Xtnat, leyendo tu reflexión me acordaba de la figura del «pinche tirano» que aparece en las culturas chamánicas de América. Esa persona malísima que hay a tu alrededor y que te hace la vida imposible, su función es pinchar para que la otra persona aprenda ciertas actitudes. Con el tiempo las personas malas, se ven como pinches tiranos y te puedes permitir darle las gracias por su ayuda.
Xtynat
Totalmente de acuerdo contigo Angie. Respecto a la figura del «pinche tirano» un párrafo muy a destacar. Considero que al final la vida pone a cada uno en su sitio, y que todo en esta vida tiene su momento, incluido el momento de poder «derrotarlo». Es verdad que hay que ser fuertes y que la paciencia es muy necesaria (cosa muy complicada), pero siempre acaba llegando el momento. Lo importante es saber verlo y ser constantes y pacientes hasta entonces:
«El refrenamiento y la habilidad para escoger el momento oportuno es esperar con paciencia, sin prisas y sin angustia el momento oportuno para «clavarle la espada» al pinche tirano. Gracias a estos atributos, los guerreros se convierten en hombres de conocimiento, aprenden a ver, haciéndose videntes.»